La antropóloga Teresa Rojas Rabiela no canta también como Luis Miguel y que yo sepa no es una notoria bailarina como Madonna. Ya el fundador del sicoanálisis, Sigmund Freud, se quejaba de que los grandes divos del teatro, los espectáculos circenses y el naciente arte cinematográfico contaban con protagonistas que eran mucho más famosos que él y varios de sus distinguidos colegas; anticipaba el coraje que a Mario Vargas Llosa le producía lo que él llamaba “La civilización del espectáculo”, donde se idolatra a artistillas de segunda división y a pintorcillos y musiquillos de ligas menores. Por supuesto, en México no estamos ajenos a ese padecimiento: en nuestro país se conoce mucho más a ciertas intérpretes de melodías insulsas que a la sin par Rosario Castellanos, notable escritora y poetisa.
En el lejano 1965 ingresé a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y en ella me convertí en miembro de una generación de jóvenes especialmente inquieta y de actitudes progresistas. Los miembros de esa generación se hallaban influidos por acontecimientos que se daban en esa época y presagiaban la exigencia de un mundo mejor y con mayor justicia. Era la época del triunfo de la revolución cubana, de la ejemplaridad de la lucha vietnamita y de las tendencias progresistas del papa Juan XXIII, quien impulsó la formación del Concilio Vaticano II. En este marco no fue nada extraño que la generación antes citada fuera notoriamente protagónica en el movimiento estudiantil de 1968.
En esa generación se encontraba una jovencita que todavía no cumplía 18 años, pero que destacaba por su pasión por el conocimiento, lucidez e interés por objetos de estudio de la antropología. Se trataba de Teresa Rojas Rabiela, quien muy pronto se alió a un grupo de maestros que eran llamados Los Magníficos, entre los cuales sobresalían Ángel Palerm, Guillermo Bonfil, Arturo Warman, Mercedes Olivera, Margarita Nolasco y Enrique Valencia, lamentablemente todos ellos fenecidos. En aquel momento ese grupo se había rebelado contra el dominio autoritario que ejercía el famoso abogado y antropólogo Alfonso Caso, quien como procreador de la teoría indigenista oficial pretendía que los grupos étnicos de México se “mexicanizaran”, o sea, que dejaran sus elementos y rasgos culturales que eran considerados símbolos del atraso por lo cual se consideraba un deber desindianizar al país, aunque gentilmente se reconocía la valía de unos cuantos de sus elementos culturales. La presencia de Los Magníficos transformó totalmente ese panorama.
En 1967 y 1969 realizamos unos trabajos de campo Teresa, yo, Andrés Fábregas y otros compañeros bajo la dirección de Guillermo Bonfil en la región de Chalco-Amecameca y zonas circundantes.
En esa práctica Tere mostró su pericia, su capacidad de diálogo con los informantes, su capacidad de observación y su afán de estudiar los aspectos torales de la etnohistoria de ese conglomerado regional. Ulteriormente ella se inclinó por la etnohistoria y en ese campo ha realizado una notable obra. Prefiero no decir el nombre de un famoso arqueólogo que me dijo en una ocasión que la arqueología y la etnohistoria carecían de utilidad para inducir transformaciones en el mundo social contemporáneo.
Tal afirmación era totalmente errónea y entre otros ejemplos el trabajo de Tere lo demuestra; su estudio sobre las chinampas en México y acerca de la agricultura prehispánica han revelado nítidamente la vigencia y persistencia de muchos de los estilos de trabajo y prácticas laborales de los campesinos mexicanos y otros tipos de trabajadores, por no referirme a otros temas de estudio que Tere ha abordado.
Posteriormente ella fue directora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social, donde se han formado varias generaciones de destacados antropólogos. Actualmente en su labor incansable ella sigue trabajando esclareciendo muchos temas de investigación.
Tere recibió recientemente el Premio Nacional de Artes y Literatura 2024 y me parece que sus contribuciones al conocimiento de nuestro país deberían ser tan famosas como las canciones grabadas por Lupita D’Alessio y Marco Antonio Muñiz, quien recientemente fue homenajeado. Quizá Tere no sería una buena pareja danzante de Fred Astaire, pero nunca ha dejado de ser magnífica dentro de Los Magníficos.
*DEAS-INAH